domingo, 18 de noviembre de 2012

La escuela innovadora de O Pelouro.


La escuela innovadora - O Pelouro


Teresa Ubeira, pedagoga terapeuta y Juan Rodríguez, neuropsiquiatra infantil son los creadores de la escuela de O Pelouro, que se trata de un centro pionero en España y Europa de la integración escolar, de metodología innovadora que recibió en 1988 el reconocimiento oficial de la Xunta como Centro Singular Experimental de Innovación Psicopedagógica e Integración. Funciona como un centro concertado, gratuito, donde conviven niños de todas las edades entre los que hay autistas, superdotados, con síndrome de Down o con diversos problemas mentales y emocionales, además de alumnos normales. Están escolarizados desde Educación Infantil hasta Secundaria, incluyendo Formación Profesional y un centro de empleo para los mayores de edad levantado por los propios alumnos sobre las ruinas de una antigua abadía que forma parte de un núcleo de turismo rural que sirve al tiempo de lugar de encuentro, de exposiciones y congresos. A O Pelouro acuden cada vez más grupos por un aprendizaje libre y responsable con la que el niño prospera por sí mismo.
Teresa Ubeira Santoro y Juan Rodríguez de Llauder, desde el enfoque pedagógico y psiquiátrico de los que proceden, han creado en Caldelas de Tui un proyecto educativo único que se ha convertido en referente en otros países. Dicen que O Pelouro nació “de creación”. Hace más de tres décadas que Teresa reconstruyó un viejo hotel balneario frente al río para hacer una escuela diferente en la que se tuviera en consideración a los niños. Y, a pesar de la falta de apoyos de las instituciones educativas y gubernativas de la época,  que rechazaban la propuesta de que conviviesen niños diferentes, en el curso 1972-73 Juan Rodríguez y Teresa Ubeira pusieron en marcha una escuela centrada en el niño, mediante asambleas diarias en la que participa toda la comunidad educativa y eligen las actividades que los niños desean hacer cada día. La planificación de esta está en función de los deseos, intereses y curiosidades que el alumnado manifiesta. A través de esta pedagogía interactiva que incita a pensar descubren diversas asignaturas de importancia, además de muchos otros temas. La clonación, la astrofísica, la agricultura biológica, la poesía, pintura, escultura, música, arte,etc... Así acaban siendo niños entusiasmados por la búsqueda del conocimiento que cuando salen de O Pelouro y “continúan en la Universidad los hay que no sólo afrontan una carrera, a veces afrontan tres”, dice Teresa, defensora “del logro del yo”.

Experiencia interactiva
La teoría y la práctica se dan la mano y los alumnos cultivan hortalizas, pintan, conocen a Kandinsky o amasan pan. Se prioriza el aprendizaje a través de la experiencia directa e interactiva sobre la enseñanza pasiva. Hoy O Pelouro se mantiene de manera importante, diferente y única de abordar la educación.
El balance positivo lo comprobamos, entre otros, con los premios como el Europa Nostra, el Agadero los de varias universidades. Hay alumnos que se han convertido en arquitectos, ingenieros, médicos o psicólogos. Otros son cocineros, carpinteros o panaderos, y siguen llegando desde puntos como Madrid, León o Andalucía niños que no encajaban en ningún sitio, que no encontraron centros en los que desarrollar sus capacidades hasta que en O Pelouro se revelaron como auténticos superdotados. Muchas familias se han transladado a Caldelas sólo para ingresar ahí a sus hijos. Y no sólo son los alumnos, cada año llegan profesores para hacer prácticas desde lugares como Italia, Argentina, Alemania o Bélgica, además de otros puntos de España. Este Centro Singular Experimental de Innovación Psicopedagóxica e Integración quiere seguir su camino integrador iniciado hace casi cuarenta años. El éxito de su proyecto educativo lo demuestra.

 O PELOURO:  UNA INTEGRACIÓN INTERACTIVA.
“O Pelouro integra a partir de la aceptación radical de la diferencia. Se trata de una actitud, una organización, que rompen los supuestos de incapacidad y limitación  y se apartan de las casillas y categorías de la escuela convencional.”

         O Pelouro: una escuela para “todo niño, sin etiquetas”. Y sin embargo hablan de niños y niñas autistas, psicóticos, con Síndrome de Down... e  incluso algo que desconcierta, “normales”.
Conceptos trillados. En O Pelouro se emplean sin pudor tales denominaciones, pero significan otra cosa. Más que de cambiar el lenguaje, se preocupan de cambiar la percepción y la relación con los niños y niñas para que, de este modo, las formas en que tratamos de referirnos a ellos no estén cargadas de rechazo, ni de pena de ni inmovilidad. Así decir de un niño que es autista deja de estar connotado  de visiones de incapacidad, para estar abierto a la experiencia de que quién y cómo es ese niño en concreto.
Todos esos conceptos van y no van cargados de supuestos: Si un normal es y no es un niño sano, un autista es o no es un niño enfermo.
Al estar más cercanos a la experiencia de los niños y su compresión singular, los conceptos pueden llegar a ser una forma irónica de moverse en las aproximaciones a ellos: palabras por las que se pasa por encima, términos que simplemente permiten hacer una primera aproximación,  nociones que admiten versatilidad, movimiento y en las que deben entrar luego las historias personales de cada uno.
El problema de O Pelouro no es de puertas adentro, si no hacía afuera: un problema de cómo es entendida la escuela, de cómo expresan lo que es esta escuela, cuando el lenguaje es tan equívoco y está tan gastado, por la burocracia, por lo políticamente correcto, por lo marginal de todo lo relacionado con quienes son marginados.
La solución por la que optan es provocadora, ya que recurren a agrupar las habituales palabras, reforzándose, explicándose, contradiciéndose entre sí, por si acaso fueran capaces, de provocar cierto parón- extrañeza, precursor acaso de la imprescindible reflexión desde cada uno, sobre alguna de ellas, proponiendo denominaciones como la de “ íntegra integración integral interactiva diferenciada”.
Definiciones  complejas que que buscan sugerir otra cosa y son reflejo de esa insatisfacción por las terminologías burocráticas, igualmente oscuras, homogeneizadoras y, por tanto, negadoras y silenciadoras de algunas realidades.
Una tarde con Teresa, la coordinadora de O Pelouro, invita a una reportera tomar un café y le mostró unos mellizos con microcefalia y a dos chicos autistas. Uno de ellos al ver un bizcocho se interesa y al preguntarle Teresa si quería él asintió con la cabeza rápidamente. Seguidamente se acercaron también los mellizos y el otro chico autista pidiendo también, pero no era suficiente para todos, asique Teresa les dijo que fueran a la cocina. Los chicos autistas caminaron inseguros, y los mellizos con microcefalia se quedan parados. Finalmente tras repetírselo Teresa se dirigen hacia la cocina, habiendo avisado de esto previamente ella para seguir el recorrido y cuidar el proceso. Un par de minutos después aparecieron los cuatro eufóricos. Carlos, uno de los autistas, trae la bandeja y el resto, cada uno un trozo. Teresa les ayudó a repartir más porciones y todos comían con avidez y concentración. Mientras Teresa les sirvía más leche y les  iba hablando.
“Hacer un blef”, para Teresa, es “Hacer como si fuera posible”. Es decir, como si fueran normales, viviendo situaciones cotidianas de normalidad. Hacer como si fuera posible es romper el maleficio de supuestos de incapacidad, de los limites de lo que pueden y no pueden…
Es crear situaciones de normalidad y tratar a estos niños con trastornos como si pudieran ser normales en esas circunstancias, porque es en esos momentos en los que puede ocurrir lo previsto, en donde alguien puede mostrar sus auténticos potenciales; en donde el potencial de cada uno emerge para hacerse cargo de situaciones con significado, relacionadas con algo que desean y les importa. En donde se llegan a dar incluso lo que ellos llaman  “islas de normalidad”, es decir, momentos en los que los autistas, u otros niños y niñas con distintos trastornos, viven una situación normal con normalidad.
Lucilla Rebecca, la psiquiatra italiana colaboradora de O Pelouro, explicaba que la terapia dirigida a tratar a la persona como singular como patológica  y a partir de su patología crea muerte psíquica, por que quita la identidad. Un niño Down siempre será un niño Down, pero puede ser un hombre entero, ésta es la salud. Pero si piensas en lo que le falta, lo matas, le quitas la identidad le quitas la posibilidad de ser. Sólo un ambiente saludable permite la intervención para remediar, de modo que ofrezca posibilidades para que la persona  pueda valerse de su parte sana para expandirla, desarrollarla, etc. Y si se vale de ella puede asumir su identidad integrada de sus límites y sus posibilidades, pero no lo fijas en sus límites.



Una escuela sana
O Pelouro no es simplemente, una escuela pensada desde otro sitio, desde la salud, y es por tanto otra escuela.
Es una escuela que integra, pero que acepta radicalmente la diferencia. Y esta aceptación esta tanto una actitud, una forma de mirar a los niños, como una organización, una estructura y un medio que permiten la interacción y crea los espacios en donde la existencia y las peculiaridades de cada uno tienen cabida.

O Pelouro se ve a sí misma como una institución “en estallido”. Y que se refiere al hecho de que lo que se rompe, es el régimen de encasillamiento, que separa la vida de dentro de la de fuera, a los niños en los grupos por edad, habilidad o capacidad, a los conocimientos por disciplinas, a las tareas por horarios, etc.
Al estallar las casillas, es posible moverse de más maneras, relacionarse de forma diversa. Esto da cabida a la auténtica variedad de cada niña y cada niño, que es reconocido por quien es, “mediante esta oscilación de un lugar a otro puede surgir un sujeto que se pregunte por lo que quiere”.
La intención O Pelouro es crear salud, vida. Pero ambas, salud y vida no nacen desde otro sitio que desde la propia salud, la propia vida.

 Un centro existencial.
Es, una perspectiva existencial. Hay aquí una forma de entender el vivir y el ser que supone una manera en general de estar en el mundo y una manera de favorecer que cada uno encuentre, su estar en el mundo.

El tiempo vivencial.
A los niños y las niñas se les pone en el “drama existencial de la vida” al tener que confrontarse con experiencias que incluso suponen desenvolverse en el medio razonable y el imprevisto, se desarrollan de tal manera que tiene que salir reforzado el si mismo. Y cuando al asumir el conflicto necesita el apoyo emocional colectivo y la interacción, todo el grupo asume tal situación, el tiempo se ralentiza y se para, si hace falta, hasta que se sale de ella.
            Cuando le preguntamos a Tracia que había aprendido ella de los autistas, me habló precisamente del tiempo quieto. Una idea que daría para todo un trazado filosófico y que ella ha incorporado como una vivencia sobre la que ha meditado; por tanto, la ha convertido en experiencia con al que ha labrado parte de su ser, de su forma de existir en el mundo. El tiempo quieto, que es lo más perdido en esta sociedad. Estamos acelerados, ya no sabemos a donde ir, ya no sabemos nada, y a veces necesitamos un tiempo para situarnos”.
“Ser...Poder ser...Ser quien uno es...Cada uno estar en su propia piel ..El Bien- estar.. Un medio para el arte de vivir, la fuerza de madurar, crecer, sentir, ser.. Donde a cada niño se le permite ejercer ser...” Todas estas son frases extraídas de textos de autopresentación de O Pelouro. Son expresiones del sentido de las cosas: el sentido de la existencia.

Enferma normalidad
Se trata, de hacer posible ese proceso de maduración de cada uno, de su yo mediante experiencias vividas que tienen por objeto y como centro en sí mismas ese carácter que ellos llaman  de “yoización”: La constitución y maduración de un centro personal sólido desde el que se estructura el vivir personal.
El yo se estructura en la relación con el otro, que le da identidad. El yo se estructura también en el diálogo e integración interior, desde el nivel fisiológico primario. Y se estructura también en la confrontación con los medios ante los que uno se afirma, en la frustraciones ante las que se que se define los límites de su acción en el mundo actual y social. Y ese yo que se integra y se equilibra entre el deseo profundo y el mundo con el que se comunica.

La importancia de los procesos de maduración condujo a Juan y Teresa (Coordinadores del centro), en el trabajo con que otros niños y niñas “normales” acudían al centro, a una constatación: Lo que suponía que era exclusivamente  una dificultad de los niños con graves trastornos lo iban encontrando como un nuevo síndrome en los niños supuestamente “normales”. Un Síndrome que bautizaron como normopatía y que les condujo a una elaboración exhaustiva del mismo, una enfermedad de la infancia de nuestro tiempo, pero también de nuestra sociedad patologizante. Una sociedad enferma, que enferma a los niños, sobre todo a los urbanos.
Es lo que llaman los “niños-piso”: niños que han perdido el espacio y la experiencia de la calle como lugar de vivencias libres y múltiples. Niños, con un gran vacío existencial. Niños y síntomas que se han convertido hoy en “normales” y de los que no podemos descartar como sus expresiones más extremas. Fenómenos para los que se pide como solución más educación, es decir más escuela normopática.



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